Competitividad,
devaluación doméstica y bajada de salarios
Artículo publicado por Vicenç Navarro
en la revista digital SISTEMA, 18 de enero de 2013
Este artículo muestra que los supuestos
que sostienen la sabiduría convencional (que enfatiza la necesidad de bajar los
salarios –como medida de la devaluación doméstica- a fin de abaratar los
precios y mejorar la competitividad, y por lo tanto incrementar las
exportaciones, lo cual sacará a España de la crisis) son erróneos y/o falsos.
Un análisis detallado de los datos existentes no permite llegar a las
conclusiones que tal sabiduría convencional promueve.
El nuevo consenso que se ha
desarrollado en los círculos económicos y financieros del país (y que, debido a
su enorme influencia en los círculos políticos y mediáticos, se ha transformado
en la nueva sabiduría convencional) es que el incremento de las exportaciones
nos sacará de la crisis. De
ahí el énfasis en la llamada “devaluación doméstica” para hacer la economía
española más competitiva. Y, puesto que tal devaluación no puede hacerse
cambiando el valor de la moneda, abaratando los precios de los productos que se
exportan, la única solución posible es reducir los salarios. Esta reducción, se
nos dice, hará los productos más baratos, exportando más. Y será esta expansión
la que estimulará la economía, permitiéndonos así salir de la crisis.
Esta postura ha alcanzado el nivel de
dogma, tanto en el establishment que dirige la Unión Europea como
en los dos partidos mayoritarios existentes en el Estado español, siendo las
políticas públicas impuestas por el gobierno Zapatero y ahora, con incluso
mayor ahínco, por el gobierno Rajoy, resultado de esta visión de cómo salir de la crisis. Las reformas
laborales llevadas a cabo por tales gobiernos tenían como objetivo la reducción
de los salarios, aunque tal objetivo nunca se explicitara. La reducción de la
protección social y el ataque frontal a los sindicatos –que ha alcanzado su
máxima intensidad bajo el gobierno Rajoy- eran, y son, intervenciones
orientadas a debilitar el mundo del trabajo, a fin de conseguir la reducción salarial.
Y la justificación de tales políticas era y es que hay que hacer a la economía
española más competitiva a fin de potenciar las exportaciones. Este es el dogma
dominante.
El error del dogma de que hay que bajar
los salarios para aumentar la competitividad
Pero, como todo dogma, éste se
reproduce a base de fe (la fe neoliberal) en lugar de la evidencia científica.
Veamos los datos. Hoy el mercado europeo está estancado como resultado de que
–a consecuencia de las políticas de reducciones salariales y recortes de gasto
público- la demanda interna en cada país es muy, pero que muy floja. El
crecimiento económico es muy bajo, cuando no negativo.
Pues bien, como resultado de la
integración de las economías de los países de la Unión Europea , la
gran mayoría del comercio de éstos es entre ellos. Las exportaciones de la
Eurozona a zonas fuera de ella son sólo un 25% de su PIB. Pero la situación es
incluso peor pues, si sacamos los países de la UE que no son de la Eurozona,
resulta que las exportaciones de los países de la Eurozona fuera de la UE
suponen sólo un 16% (sí, ha leído bien, sólo un 16%), una cantidad muy
limitada. Ello quiere decir que más del 80% de la economía de los países de la
Eurozona depende de la demanda interna de la UE (demanda que está casi
paralizada por las políticas de austeridad que se están imponiendo a los países
de la Eurozona, políticas que, por cierto, no han sido aprobadas por el
electorado, pues no estaban en los programas electorales de los partidos
gobernantes de la mayoría de tales países).
El segundo dato que se ignora en la
tesis de que las exportaciones y la bajada de salarios (que supuestamente nos
hacen más competitivos) nos resolverán la crisis es que Alemania es el país que
domina la vida económica y política de la UE y de la Eurozona. Y es –y se
la considera- el motor de la economía europea. De ahí que sea también el centro
del comercio europeo. Ahora bien, como bien ha señalado Ronald Janssen en su
artículo “Staying on the Austerity Course… into the Titanic’s Iceberg” (Social
Europe Journal. 14.12.12), la integración económica europea es asimétrica,
lejos de ser equilibrada o uniforme. Alemania, por ejemplo, está muy integrada
con sus países vecinos, pero muy, muy poco, con los países de la periferia como
son Grecia, Portugal y España. En realidad, las importaciones de Alemania
procedentes de estos países representan sólo el 1% del PIB alemán. Y a la
inversa, las exportaciones de estos tres países a Alemania representan sólo el
2% del conjunto de sus PIB.
España no compite con Alemania
Basar la estrategia de recuperación
económica de tales países periféricos en estas exportaciones al centro
comercial europeo (que es el mercado alemán) es claramente insuficiente. Pero
lo que estos datos y porcentajes ilustran también es que el argumento que
constantemente se utiliza para bajar los salarios españoles (y griegos y
portugueses) a fin de hacerlos más competitivos con la economía alemana carece
de credibilidad. Se subraya una y otra vez que los costes laborales han subido
en estos países más que en Alemania, haciendo los productos españoles menos
competitivos. Pero este argumento asume que los productos españoles compiten
con los alemanes, lo cual no es cierto. En un estudio realizado por Jesús Felipe y Utsav Kumar
(“Do some countries in the Eurozone need an internal devaluation? A
reassessment of what unit labour costs really mean”. 31.03.11), estos autores
mostraron el cuadro de exportaciones de los países de la Eurozona. Y en este
estudio se ve claramente que las exportaciones alemanas eran muy distintas a
las exportaciones españolas, con lo cual no existe ningún tipo de competencia.
¿Dónde está, pues, la necesidad de que se bajen los salarios para alcanzar los
niveles de productividad alemana, cuando no existe tal competencia? En
realidad, analizando por tipo de producto exportado, los costes laborales por
unidad de producción son más bajos en España que en Alemania, con lo cual, en
aquellos productos como los de alta tecnología, la competitividad española está
ya garantizada.
El tema central, pues, es que la
supuesta baja competitividad de la economía española no tiene nada que ver con
el precio del trabajo, los salarios, sino con otros factores que afectan en
gran medida a los costos de producción, tales como la energía (la más cara en
la UE) o los excesivos beneficios (de los más altos de la UE). Jesús Felipe y Utsav Kumar
muestran claramente que mientras el crecimiento de los salarios (y otras
compensaciones laborales) ha sido menor en España durante el periodo 1995-2007
que el crecimiento de la productividad, el crecimiento de los beneficios ha
sido mayor que el crecimiento de la productividad durante el mismo periodo. En
otras palabras, los datos de éste y otros estudios muestran que los beneficios
empresariales han sido los mayores beneficiarios del crecimiento de la productividad. Y
los datos también muestran claramente que los mayores incrementos de los costes
no han sido los salariales, sino los de los costes del capital y otros inputs
tales como los costes energéticos, resultado de la enorme negligencia, cuando
no complicidad, del Estado con las compañías energéticas.
¿Dónde está el problema de la
competitividad?
Pero la mayor causa del mal llamado
“problema de la limitada competitividad de la economía española” es la pésima
política económica del Estado, que ha dado sistemáticamente prioridad a
sectores de muy bajo valor añadido, como el sector
bancario-inmobiliario-construcción, que ha consumido enormes recursos en el
país. Ahí está la raíz del problema. No es el mundo del trabajo el responsable
de la supuesta baja competitividad, sino las políticas económicas,
industriales, financieras y fiscales las que han determinado una estructura
económica no favorable al enriquecimiento de toda la sociedad.
Lo cual nos lleva a cuestionar, de
nuevo, la estrategia de intentar salir de la crisis a base de exportaciones. La
crisis económica y financiera española proviene de la excesiva concentración de
las rentas, con el descenso de la capacidad adquisitiva de la población que ha
forzado su enorme endeudamiento junto con unas prácticas especulativas de las
rentas superiores, derivadas del capital, que han causado, entre otras
actividades, la burbuja inmobiliaria que, al explotar, ha creado un enorme
desastre. A no ser que se resuelva esta situación, tomando medidas casi
opuestas a las que hoy se están imponiendo (que van desde la nacionalización
del crédito a políticas públicas de estimulo de la inversión en la
infraestructura social y física del país, orientada a la mayoría, y no a la minoría
de la población (como ha sido el AVE), con políticas públicas orientadas a
crear empleo a fin de alcanzar el pleno empleo, no habrá salida de la crisis.
La competitividad y el euro
Dos últimas observaciones. Una de las
mayores causas del llamado problema de la competitividad en España radica en
las políticas públicas de los gobiernos alemanes que han potenciado las
exportaciones a base de reducir la demanda doméstica, manteniendo unos salarios
bajos, por debajo de lo que les correspondería por su nivel de productividad.
La estrategia de dar prioridad a las exportaciones y no al crecimiento de la
demanda doméstica alemana, manteniendo unos salarios muy por debajo del nivel
de productividad generado por la clase trabajadora alemana, ha creado un enorme
problema en la Eurozona, y ello por varias razones. Entre ellas, está que esta
demanda doméstica alemana estancada ha frenado el comercio europeo de una
manera muy notable (aunque sus implicaciones para España han sido menores,
resultado del escaso comercio existente entre España y Alemania, como señalo al
principio del artículo). Pero lo que más ha afectado negativamente a España y a
toda la Eurozona ha sido que potenciar tanto las exportaciones con un saldo
exterior muy positivo ha mantenido un euro artificialmente alto, que sí que ha
dificultado, y mucho, a los países como España, que no han podido competir con
los países de fuera del euro debido a una moneda artificialmente sobrevalorada.
En realidad, y en contra de los alarmistas que indicaban que la supervivencia
del euro estaba en peligro, el euro nunca (repito, nunca) estuvo en peligro. Su
valor fue siempre muy fuerte (más de lo que sería aconsejable) y nunca estuvo
en situación de desaparecer. El alarmismo era parte de una estrategia para
forzar a los países periféricos a aceptar los sacrificios que la supuesta
“salvación del euro” exigía.
Y ahí está el problema, del que no se
habla. Alemania, que domina la Eurozona, ha estado imponiendo unas políticas de
austeridad a toda la Eurozona, y muy en particular a los países periféricos,
que han dañado enormemente a las clases populares de tales países, y ello para
beneficio de las élites gobernantes de Alemania y de aquellos países.
La otra observación es que, por difícil
que parezca, hay en España, incluyendo en Catalunya, un gran número de
economistas que niegan que hoy se estén desarrollando políticas de austeridad.
Señalan el gran crecimiento de la deuda pública que España ha experimentado, y
continúa experimentando, desde el inicio de la crisis, como muestra de que de
austeridad en España no hay nada. Economistas pertenecientes a esta postura se
preguntan ¿cómo, en un país con un crecimiento de la deuda pública tan marcado,
puede decirse que está sometido a una austeridad? Esta es, por cierto, la misma
pregunta que en un debate sobre La Macroeconomía y la Recesión publicado
recientemente (ver “Rough transcript Stimulus or Stymied?:The Macroeconomics of
recessions” de J. Bradford DeLong) le hicieron a Paul Krugman. Su respuesta
aplica todavía más a España, donde el crecimiento de la deuda ha sido incluso
más acentuado que en EEUU. La pregunta decía más o menos “¿Cómo puede usted
hablar de austeridad cuando el gobierno federal está funcionando con un déficit
y una deuda pública tan elevados?” Y la respuesta es que el crecimiento del
déficit y de la deuda no son, en EEUU (y tampoco en España), resultado de un
gran crecimiento del gasto público, sino de una reducción de los ingresos al Estado.
De ahí que sea profundamente erróneo poner todos los déficits y deudas públicas
en el mismo tipo y categoría, como sostienen los que niegan que en España se
estén haciendo políticas de austeridad. Es la bajada de ingresos, y no la
subida del gasto público (que es el que tiene impacto estimulante), la que
origina tal incremento del déficit y de la deuda pública. Y ahí está el quid de
la cuestión. La
economía no se recuperará ni a base de las exportaciones, ni a base de recortes
de gasto público. Lo que se necesita es precisamente un estímulo económico
basado en el crecimiento del gasto público encaminado a crear empleo y eliminar
el desempleo, junto con las otras medidas expuestas anteriormente.
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